Penumbras que una vez me hicieron tuya

Últimamente, sólo quiero encender la penumbra para volver a bailar contigo. A decir verdad, me gusta la oscuridad cuando te implica y puedo delirarte sin que apenas me veas maullar. Desde cierta distancia, observo las nebulosas turbias que se estrellan contra tus caderas encabritadas hasta inflamar por completo la melancolía sobre mi estado de ánimo. Y es que, cuando levantas las manos, mi pelaje a ti se induce eléctrico. Todo mi ser convulsiona en respuesta a la provocación enardecida de tus movimientos insensibles y adviene el siguiente ronroneo como réplica directa contra nuestra -no tan- fingida voluntad. Luego rescatas la mirada rencorosa de quien pierde la inocencia y te temo. Sé que corro el riesgo de que no resurjas o acabes por tornarte enteramente opaca, pero me divierte el trasfondo de tu inconsciencia desasosegada que trata en vano de resistirse al arranque que, finalmente, derramas. Guíame. Dejo de ser una gata celosa y me reconvierto a ti. 
Y, en traslúcida ascendencia, retornaría a la sugestión de tus manos sobre mi dedo índice; abrazando la feminidad que luego me cedes cuando te asustas o decides cambiar. Ya ves, soy una criatura malacostumbrada. Me consentiste la licencia que compraba el derecho a envolverme en tus escorzos una vez entrada la madrugada y terminé por aficionarme al sopor tóxico de la melodía que tus cabellos en algarabía escribieron para mí desde las sombras. Me gustan tus aromas porque ahora son los míos. La ingravidez de tus pupilas perdidas los prolonga hasta que me pueden las ganas y decido palparlos sin hacer demasiado ruido. Lo cierto es que temo despertar a mis demonios o alarmar demasiado a los tuyos cuando me dispongo a masturbarte con la mirada antes de tiempo. Pero silencio. Es un secreto. No soportaría quebrar la quietud armónica que tan bien fingimos tener bajo control mientras que, en arrebatos de éxtasis congestionado, refugias esos anhelos prohibidos en mis propuestas insolentes de sexo telepático. Me anima que respondas a mi absurda e incongruente provocación. Yo, sin embargo, prefiero mil veces hacerte el amor con las palabras. 
Así, poco a poco, prometes volverme tuya. Despacito. Sin que quieras darte cuenta. A partir de orgasmos de ternura que devienen poesía cuando esculpes mi cuerpo de principio a fin con el dorso de las manos. Guíame tú ahora. Porque, a medida que giramos enredadas en la espiral diáfana que describe ante nosotras la lírica musical, descubro que eres una prolongación del arte que veneras. Y así te retuerces. En el sublime contrapposto que concatenas a mi pelvis, al tiempo que me arrebatas la poca cordura que me sobra, permanece latente la alegoría de ti misma. La busco. Aunque, realmente, no la encuentro hasta que me prendes y me volteas para quedar a merced de tu aliento satánico que invierte el estado de perpetua sinestesia momentáneamente declarado por mis sentidos. Un poco más, amor mío. Acabas de romper tres milímetros de aire comprimido en una caricia que finge ser falsa, mas el beso que ya pregonas con tu mano en mi cintura acaba con las dudas cobardes que desnudan la sinceridad. Guíame de nuevo. Adoro sentirme de esa manera. 

2 comentarios:

  1. Escribes magia *_____*
    En serio, tienes una forma de escribir que cautiva (me recuerdas un poco a Nabokov, pero no sé muy bien por qué :/)
    Es precioso, de verdad que sí :)

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