Bebía lamiendo sangre de la herida y engulliendo a la muerte

Jamás había estado tan cerca de una y, en la luz mortecina, pude ver el magnífico esplendor de sus ojos rúbeos inyectados en sangre y la máscara perlina sobrenatural de su piel. Cuando traté de moverme, me apretó los labios contra el cuello y me susurró, mientras todo el vello de mi cuerpo se erizaba al recibir una sensual corriente muy similar al placer de la pasión:
-¿Has manifestado alguna vez la sensación de haber perdido una abundante cantidad de sangre?
Traté de emitir algún sonido, pero el miedo y la excitación me paralizaban cada músculo del cuerpo. En su lugar, mis labios trataron de trazar una única palabra con la que poder implorar piedad mientras sentía la tensión que ejercía la joven al inmovilizarme por completo en el asfalto. La calle estaba desierta y mis absurdos intentos por tratar de gritar habían quedado arrinconados.
-Ahora, escúchame, Sylfaen.-susurró hipnóticamente con sus labios apretados contra mi cuello, arañando con sus afilados caninos el dorso de mi piel-Quédate quieta. Muy, muy quieta. Voy a desangrarte hasta que puedas oír la última gota del flujo de tu propia sangre llegando hasta mis venas. Son tu racionalidad y tu voluntad las que deben ahora mantenerte con vida. No te muevas.
Quise negarme, pero la presión que ejercía era tal que me dominó como a un títere y aprovechó para clavar sus perfectos y blanquecinos caninos sobre mi cuello. Contuve la respiración al apreciar cómo me sometía a aquel súbito impacto. Aterrada, descubrí que ni siquera podía hablar ya. La sádica vampiresa me aferraba con una fuerza sobrehumana, haciéndome sentir infinitamente segura entre sus brazos. Una seguridad que poco a poco fue resquebrajándose al comprender con profundo pesar en lo que me estaba convirtiendo. Desconcertada, emití una sucesión de suaves jadeos placenteros al reparar en el desconsolador vacío que poco a poco mi cuerpo experimentaba.
Retiró los dientes con tal celeridad que las dos marcas que aquellos colmillos habían dejado a su paso me parecieron infinitamente profundas. Mis constantes jadeos desembocaron en un fugaz e incomprensible orgasmo, producido por el afán de aquella criatura en continuar besuqueando mi torso al no sentirse saciada con la cantidad de sangre que me había robado. Me encantó. La idea de que una mujer -algo que yo consideraba prohibido a pesar de que ésta fuera una criatura de la noche sin sentimiento alguno- se adueñase de mi cuerpo me parecía lo más lujurioso, dulce y cálido posible. Me recostó con suavidad boca arriba sobre la carretera mientras trataba de desnudar su piel para llegar a ella de una forma más directa. Me paralicé a causa de la debilidad, extasiada por su innegable belleza. Negó suavemente con una tenue sonrisa, agitando su larga melena pelirroja sobre mi estómago.
-Ya habrá tiempo para ésto, Sylfaen, estás demasiado débil. Siento haberte incitado a ello.-musitó, algo sumisa y galante-Ahora simplemente escucha, mantén los oídos abiertos. Trata de descubrir lo necesaria que resulta la sangre ahora que careces de ella.
Apoyé la mejilla contra el suelo, sintiendo el hálito de vida que momentos antes me había amparado apagarse poco a poco en lo más profundo de mi ser. Cubrió lentamente mi cuerpo con el suyo y desnudó su muñeca, rasgando las ropas que la cubrían con un libídine que no me dejó indiferente. Su níveo brazo pronto quedó al descubierto. Se agachó sobre mi cabeza indefensa y, tomando dulcemente mi barbilla con uno de sus aterciopelados dedos de seda de la otra mano, se mordió su muñeca desnuda. La sangre se derramó encima de mi camisa y mi gabardina, mientras ella la contemplaba con ojos brillantes y ensimismados. Parecía que la observaba durante una eternidad. Mientras tanto, yo oteaba un desconcertante halo de luz detrás de su cabeza como el trasfondo de una aparición. La esperaba, en mi estado indefenso, como si la hubiera estado esperando desde hacía años. Acaricié su mejilla con amor algo conmovida.
Me puso su muñeca ensangrentada contra los labios y dijo, cautivadoramente; pero con algo de firmeza en la voz:
-Sylfaen, bebe.
Y así lo hice, pues me negaba a contradecir a criatura de semejante atractivo.
-Sylfaen, con más calma.-me susurró, apartando mi luenga melena caoba de la frente-Siente su sabor.
Bebía, lamiendo la sangre de la herida, experimentando la intimidad del momento y el gran baile cuerpo a cuerpo que ambas experimentábamos; sintiendo que me dilataba y que engullía la muerte que, por una fracción de segundo, ardía con tanta magnitud como la vida. Comprobaba que mi cuerpo permanecía concentrado en una sola fuente vital. Entonces sucedió algo.
Vi ese halo de luz una vez más, acompañado por...un desconcertante e intermitente sonido. Al principio un rugido apagado y luego como el repiqueteo de un tambor cada vez más frecuente, como si una criatura se me viniera encima lentamente a través de un bosque oscuro y desconocido golpeando un gigantesco timbal. El acorde se hizo cada vez más fuerte, hasta que pareció no sólo llenar mis oídos sino también todos mis otros sentidos. Estaba latiendo en mis labios, mis dedos, en la piel de mis sienes; pero, sobretodo, en mis venas.
Y entonces, de improviso, retiró su mano y yo abrí los ojos. Suspiré mientras trataba de contenerme para no agarrar de nuevo su muñeca y ponérmela una vez más en la boca costase lo que costase. Me había dado cuenta de que aquel primer tambor había sido la cadencia de mi corazón y, el segundo, el suyo.
Acercó sus labios a los míos y los lamió con avidez, deseando recuperar su sangre perdida. Lo vi y sentí todo como un vampiro. Su boca, gélida y despiadada en un primer momento, ahora era suave y rebosaba sensualidad. La joven vampira me había parecido blanca, espantosamente blanca; casi tanto que, en aquella noche de enero, me parecía luminosa. Y ahora la veía rebosante de su propia vida; estaba radiante, no luminosa. Me percaté de que no sólo ella había cambiado, sino que todo en su totalidad se había transformado.
Fue como si fuese la primera vez que lograba captar los colores y las formas. Era algo confuso, pues cada sonido corría hacia el próximo como la mezcla de resonancias en el agua de un riachuelo; hasta que aprendí a distinguirlos en toda su complejidad. Luego se superponían unos sobre otros, aumentando discretamente como lejanas campanas. En cuanto a mi cuerpo, aún no estaba enteramente convertida y, tan pronto como me acostumbré a los sonidos y a las visiones, me empezó a doler. Comprendí que todos los fluidos humanos debían salir. Estaba muriéndome como tal; sin embargo, como vampiresa, empezaba a nacer. Con todos mis sentidos despiertos, tuve que presidir la muerte de mi propio cuerpo con cierta incomodidad y, momentos después, con algo de miedo.
-Me muero, me...
-Tranquila, le pasa a todo el mundo.-acarició mi mejilla con el dorso de su mano, haciéndome estremecer al percibir su sangre latente en el interior de sus dedos-Contempla tu propio fallecimiento con la misma fascinación con la que has experimentando el sabor de la sangre en tus labios.
Se recostó a mi lado y me abrazó, posando su cabeza sobre mi pecho, cosa que agradecí; tratando de darme seguridad en aquel momento tan duro para mí. Mi capacidad perceptiva del miedo disminuía con celeridad al igual que muchas otras, como la atracción sexual que minutos antes había experimentando frente aquella joven que en estos precisos momentos se hallaba abrazada a mí. Ahora tan sólo me causaba una gran e imcomprensible simpatía.
-Me llamo Mina.-murmuró, soltando mi cuerpo e incorporándose poco a poco a mi lado a la espera de que no me ocurriera nada fuera de lo normal-Prefiero que nos conozcamos si has de acostarte conmigo esta mañana. No tenía planeado convertir a nadie hoy y no he preparado un ataúd, pero dadas las circunstancias...Me has resultado irresistiblemente apetecible. Raramente encuentro a personas tan dotadas como tú.
Mina emitió una suave risita y me tendió la mano para ayudarme a levantar del suelo. Me tambaleé unos instantes al presentir de nuevo el contacto de mis pies sobre la tierra.
-¿Qué ha ocurrido?¿Por qué me has...?-inquirí sin encontrar una palabra que pudiese definir el tumulto de sensaciones que poco a poco habían ido despertando en mi interior.
Me tomó de la mano con suavidad, entrelazando sus dedos con los míos con extremo cuidado; como si fuesen de la más cara porcelana chinesca. Se acercó hacia mí con suma delicadeza.
-¿Sabes? En instantes como éstos, a mí me hubiera gustado que aquel que me convirtió hubiera hecho lo que yo estoy haciendo hoy contigo.-musitó a mi oído, mientras podía percibir los latidos de su corazón acelerarse a un ritmo vertiginoso-Me hubiera gustado que alguien hubiera permanecido junto a mí mientras se concluía mi transformación; mientras contemplaba mi cuerpo morir.
Me besó en la mejilla, haciéndome sonreír con timidez.
-No has contestado a mi pregunta, Mina.-le repliqué algo turbada por las infinitas libertades que se estaba tomando conmigo. Solté su mano con algo de acritud-No me has explicado todavía por qué lo has hecho.
Volvió a asir mis dedos entre los suyos, permitiendo que sintiera su vello erizarse cuando ambas entramos en contacto. Algo latía bajo su piel, pidiendo a gritos escapar.
-Has tenido un accidente de coche. No podía permitir que murieras.-sonrió, encogiéndose de hombros.
Me mordí el labio, percatándome que dos afilados colmillos comenzaban a asomar por las comisuras de mi boca. El sabor de la sangre de la vampiresa todavía perduraba en mi paladar.
-¿Por alguna razón en especial?
Mina me miró durante algunos segundos con sus rúbeos ojos gélidos como el hielo. Una mueca burlona apareció en su rostro.
-Creo que una más evidente que otras.-sus mejillas se encendieron, y tuvo que desviar la mirada para no mostrar reflejo alguno de debilidad.
-Mina, yo nunca...
-Ya sé que nunca has estado con una mujer y no te lo estoy pidiendo. Llevo demasiado tiempo detrás de ti, esperando a tener la oportunidad de transfomarte y...no quiero éso, Sylfaen.-murmuró con su cautivadora y sensual voz-No estoy enamorada de ti ni nada semejante. Los vampiros no podemos siquiera percibir esa clase de emociones. Ya tenemos las nuestras propias.
-No comprendo lo que quieres decir ni adónde quieres llegar.-negué.
-Tampoco entenderás entonces por qué has tenido un orgasmo en el preciso instante en el que he sacado los colmillos de tu cuello.-musitó casi inaudible, fundiéndose con el rumor de la noche-Ésa forma una de nuestras propias emociones, Sylfaen.
Me ruboricé, sin deseo alguno de que me recordara lo vergonzoso que había resultado aquello para mí. Los golpes de mi corazón aumentaron apenas una diezmilésima de segundo, pero aún así ambas lo presentimos. Alzó la cabeza y le regalé una tierna caricia a modo de disculpa por haber pedido explicaciones que resultaban tan medianamente obvias. Sentí de pronto como si nos conociéramos de toda la vida.
-Lo cierto es que no.-reí-Sorpréndeme.
Me miró algo desafiante.
-Los vampiros no realizamos el acto sexual propiamente dicho. No existe ni heterosexualidad, ni homosexualidad ni bisexualidad. Todos somos iguales. La sangre es la fuente vital que mayor atracción nos causa. Incluso más que cualquier hombre o mujer perfectamente proporcionado y escultural.-explicó-Únicamente sentimos placer alimentándonos de sangre cuando ya nos encontramos saciados. Es en esos instantes cuando nosotros percibimos lo que los humanos llaman placer. Igual que ellos también nosotros logramos derivar ese placer acumulado en una especie de orgasmo algo más...espectacular, desde mi punto de vista. Pero no lo sabrás hasta que no llegues a experimentarlo.
Me percaté de que me había quedado ensimismada viendo su boca moverse. Me encantaban aquellos finos labios cortados por el frío y manchados por la sangre de infinidad de víctimas. Me resultaban ínfimamente irresistibles. Suspiré.
-Creo que trato de hacerme a la idea.-admití-Aún así, no comprendo por qué he sentido semejante sensación si todavía no me habías convertido por completo.
Negó.
-Ni siquiera estás ahora convertida por completo, de éso puedes estar segura.
-Ya, aun así...
-En el momento en el que he hundido los caninos en tu piel, la ponzoña que éstos contienen han pasado a formar parte de tu sangre.-me interrumpió, tomando la palabra nuevamente-Esa ponzoña es la causante de que se produzca la transformación, de que comiences a sentirlo todo como un vampiro desde el preciso instante en que ésta se mezcla con la primera gota de sangre de tu cuerpo.
>>Al principio has comenzado a excitarte. Es lo que siente cada víctima en cuanto el veneno comienza a apoderarse de cada una de sus venas antes de morir; con la diferencia de que yo he decidido alargar un poquito ese momento de éxtasis para permitir que la transformación se iniciara. Ya te enseñaré pero, para convertir a una persona en vampiro, hace falta tener una cierta experiencia a la hora de matener el autocontrol.
Hizo una leve pausa. Quise replicarle pero me lo impidió adelantándose nuevamente.
-Sylfaen, me parecía algo cruel desaprovechar una oportunidad semejante a ésa de hacerte sentir bien por última vez en la vida. He tenido que recurrir a vuestra manera, pero creo que al fin y al cabo no lo he hecho tan mal después de casi doscientos años sin sentimiento alguno. Creo que antes he dejado claro que soy algo compasiva.-bajó la cabeza algo aludida-Jadeabas de placer y no pude reprimirme a la hora de besarte para ayudarte a culminar en el que sería tu último orgasmo como humana.
>>Lo que más me molesta es que esos besos no significaron lo mismo para ti que para mí. Me encantaría haber podido sentirlos de la misma manera que tú.
Permanecí en silencio sin saber qué decir. Mina me producía una atracción muy lejana al amor, aun así sabía que podríamos ser grandes compañeras. Ella podría enseñarme infinidad de cosas con las que podría deleitarme en mis futuros paseos nocturnos. Se me hacía atractiva la idea de poder pasar la eternidad hablando de cosas banales a su lado.
-Mina, yo no sé qué contestarte a ello.-concluí al fin-Es cierto que deseas algo de mí, pero antes de que me lo exijas, quiero que sepas que quizás no soy la persona más adecuada para dártelo.
Posó uno de sus delicados dedos marmóleos sobre mis labios, haciéndome callar de improviso.
-Todavía no te he exigido nada, Sylfaen.-declaró con una nota desafiante en su voz-Todavía.
-Eso indica que tarde o temprano vas a hacerlo, ¿no?-inquirí algo confusa, apartando su mano de mi boca al sentir nuevamente unas ganas locas por volver a lamer la herida de la muñeca, que no había dejado de sangrar-¿Crees que seré lo suficientemente buena para dártelo entonces?
Suspiró, aferrando mi cabellera con cierta sensualidad agresiva. Me levantó el pelo de la frente, me acarició la cara y sepultó el rostro entre mis bucles color caoba, riendo. Luego me besó en la mejilla.
Sus labios estaban calientes y sentía sus incisivos sobre mi piel, sus dedos oprimiendo con fuerza mi cuero cabelludo. Percibí un profundo escalofrío, mi cuerpo se tensó y luego me eché a temblar. Fue un momento de insospechada dulzura. Esa solitaria intimidad me dolió hasta el punto de desear transformarla o librarme de ella por completo; prefería dejar de existir o alejarme de allí, en la oscuridad, simple y pequeña como siempre.
Por la expresión que desprendía, deduje que Mina era capaz de amar sin dar nada. No era una experta en ello, sino tan sólo una gran bebedora de sangre. Comprendí al fin lo que había querido decir con todo aquello de la atracción de la sangre pues, ahora mismo, yo lo estaba experimentando. Era eso lo que me seducía por encima de todo; no su cuerpo ni su incuestionable belleza de diosa. Y a ella le ocurría lo mismo conmigo. Por esa razón me deseaba tanto.
-Ven, quiero mostrarte algo.
Tiró de mi mano y nos perdimos en la inmensidad de la noche.





Este es un relato que escribí hace un par de años que me ha pedido que suba mi muy amiga y escritora de Sueños, Leyre García. Os pido, por favor, seáis comprensibles con el estilo y con ciertos fallos de mecanografía que iré corrigiendo entre mañana o pasado. De momento ahí lo tenéis para poder leerlo.

P.D.

No os preocupéis: todavía me acuerdo de que Ana Bolena os debe algo:)

3 comentarios:

  1. Es una pasada Karly!!! :D
    TAN EXPLÍCITO jajaja está genial enserio, me encanta! deberías escribir sobre cosas macabras, se te dan genial las descripciones! ^^
    Amo a la vampiresa enserio la amo.
    Me has matado cuando he leído: "... en el asfalto..." yo que me imaginaba una habitación y todo el royo y cojo y me veo eso (que da más... todavía así que genial jajaja) anonadada me he quedado! ^^
    Eres una genial escritora sigue así, mucho ánimo! ^^
    Un besazo!
    Gracias por esta entrada(:

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  2. Me ha gustado mucho. Pese a que el tema de los vampiros es bastante recurrente hoy en día, tú le has dado un toque muy personal. Y el estilo me encanta. :)
    ¡Un beso!

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  3. Muchas gracias a las dos por leerlo:)

    @Leyre: Me alegro de que hayas acabado con buen sabor de boca después de leerlo y que no te esperases la ambientación. Una de las cosas que más me gusta es soprender al lector sin pretenderlo^^Esto era el capítulo inicial de una novela fantástica que tenía pensado escribir y que, de momento, esperará un poco:)Tengo un poco de continuación del segundo. Ya veremos si lo subo un día de estos.

    @Ana: Muchísimas gracias por todo, Ana:)No acostumbro a escribir sobre ese tema, la verdad, ya que está sumamente sobreexplotado con la fiebre Crepusculiana esta que le ha entrado a todo el mundo. Me alegro de que te haya gustado.


    ¡Un besazo a las dos!

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